domingo, 19 de octubre de 2014

Homenaje a Tolkien: 19 relatos fantásticos

Rebuscando en mi casa, encontré en la biblioteca un libro violeta. Era de tamaño pequeño y muy llamativo. "Homenaje a Tolkien. 19 Relatos Fantásticos". Encontré solo el volumen dos. Es una selección de  Martin Greenberg de varios relatos que lo homenajean. 
Dentro de estos relatos y durante varias entradas, voy a hablar de los que mas me gustaron.


El mago - Charles Lint
“Se volvió para mirarla. Los ojos brillaban con una extraña luz bajo el ala oscura de su sombrero.
-Era un Árbol de Cuentos –explicó-. Quedan muy pocos, igual que quedan muy pocos como yo. Guardaba historias, todas las historias que el viento le traía que tuviesen algún valor, y con cada una de esas historias que oía, crecía.
-Pero siempre habrá historias –dijo Wendy, metiéndose a fondo en el ámbito de la conversación aunque no acababa de entender su relevancia en la situación presente-. Hoy en día se publican  más libros que nunca en la historia del mundo.
El mago la miró con gesto desabrido y volvió a señalar la biblioteca con el pulgar.
-Ahora hablas como él.
-Pero...
-Hay historias e historias –la interrumpió-. Las que tienen algún valor cambian tu vida para siempre, quizá sólo en cosas insignificantes pero, una vez  que las has oído, entrar a formar parte de ti para siempre. Las nutres y las trasmites, y difundirlas te hace sentirte bien. Las otras son sólo palabras en una página.
-Lo se –repuso Wendy.
Y, en cierto sentido, así era, aunque no era algo en lo que se hubiese parado a pensar en realidad. Más bien, era una especie de conocimiento instintivo que siempre había estado presente en su interior y surgía ahora en su consciente como si las palabras del mago lo hubiesen hecho salir.
-Ahora todo son máquinas –prosiguió el viejo-. Es un mundo... ¿cómo lo llaman? Ah, si. Un mundo de alta tecnología. Fascinante, desde luego, pero John cree que separa a mucha gente, que empobrece la experiencia del ser humano. Ya no hay sitio para las historias con trascendencia, y eso no está bien, porque las historias son parte del lenguaje de los sueños; no surgen de un escritor, sino de un pueblo. Se convierte en la voz de una nación, de una raza. Sin ellas, la gente pierde contacto consigo misma.
-Está hablando de mitos –señaló Wendy.
El mago sacudió la cabeza.
-No específicamente, no en el sentido clásico de la palabra. Tales mitos sólo son parte de la historia colectiva que está recogida en un Árbol de Cuentos. En un mundo tan pesimista como se ha vuelto éste, esa historia colectiva es todo cuanto queda para guiar a la gente a través de la creciente oscuridad que está invadiendo todo. Sirve para crear una sensación de tener facultad de elección, la posibilidad de permanencia escapando de la nada.
Ahora sí que Wendy empezaba a perder realmente el hilo de su argumento.
-¿Qué es exactamente lo que quiere decir? –preguntó.
-Un árbol de Cuentos es un acto de magia, de fe. Su existencia se convierte en una ratificación del poder que el espíritu humano puede tener sobre su propio destino. Las historias sólo son historias. Entretienen, hacen reír o llorar; pero, si tienen un fondo, llevan en si mismas una resonancia más profunda, que perdura mucho tiempo después que se haya dado vuelta la última página o  de que el narrador haya terminado de contar su relato. Ambos aspectos de la historia son necesarios para que tenga trascendencia.
Guardó un prolongado silencio y después añadió: -En caso contrario  la historia continúa sin ti.” 

Por más raro que resulte, esta historia me motivó a comprar un cactus. Al terminar de leerla, me quede pensando un rato, mirando a la nada. Las palabras del mago me quedaron dando vueltas por la cabeza, me hicieron pensar durante horas. Fue una sensación extraña, raramente cierta, lo que le dice a Wendy es cierto.
Una pregunta para  reflexionar: cuando nos juntamos con amigos o amigas, cuando estamos en reuniones familiares, o cuando estamos rodeados de personas ¿estamos con el celular, auriculares, o cualquier otro medio tecnológico? Esta tecnología nos separa, hablamos de cosas serias a través de los chats, nos contamos anécdotas divertidas y nos reímos frente a una pantalla. ya no hay contacto entre las personas, nos estamos perdiendo a nosotros mismos.
Debo admitirlo, yo también soy esclava de esta tecnología; yo también me aíslo en mi habitación, yo también me alejo.
Creo que es momento de recapacitar y ver realmente como estamos.
Para cerrar esta entrada les voy a contar una cosita que vi. Un día como cualquiera me voy a tomar helado, estaba sentada en una de las mesas de adentro de la heladería porque había mucho viento. Entra una pareja, o eso creo que era, de la mano; se veían muy tiernos juntos. el chico le da un beso en la mejilla a la chica y esta se sonroja y le sonríe. Piden un helado y se sientan en la mesa de al lado. 
La chica saca su celular y se pone a mirar algo. El chico le habla y ella solo responde monosílabos. Estuve sentada con mi helado por 20 minutos y, llámenme acosadora pero a situación me interesó, y la chica NO SOLTÓ SU CELULAR. Me levanté y me fui, el chico se veía triste e incómodo.  
¿Es así como nos vemos? ¿Tan ridículos parecemos? Esto me hizo pensar y darme cuenta de eso.
Por favor recapacitemos, no seamos obsesivos.

Un saludito...

Antares.

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